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Cada vez que hemos sido abandonados, desatendidos, apartados, se genera un miedo añadido: el de no ser útiles, ser incapaces, ser inútiles. Alguien, en algún momento, consideró que no éramos suficientemente buenos, que no estábamos preparados. Ahora, para sanar esa herida, la repetimos; abandonamos nuestros proyectos y nos consideramos así, inconscientemente, inútiles para alcanzarlos, para darlos forma, terminarlos. ¿Te sueles preguntar por qué no terminas lo que empiezas?. Entonces, plantéate cuántas veces te sentiste apartado o abandonado. Cuántas veces ese sentimiento se apoderó de ti y lo asumiste como fracaso, decepción, humillación e incluso culpa. Todo está relacionado. Para evitar el vacío del fracaso, generamos "objetivos, exigencias y restricciones".
- Objetivos donde sentirnos útiles.
- Exigencias para tratar de cumplir los objetivos (nos da una razón para ello), y
- Restricciones en forma de límites, los cuales aceptamos para finalmente no llegar al objetivo y recomenzar así el círculo vicioso.
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